kinokulak

24 de noviembre de 2009

Libro: La CIA contra la URSS por Nikolái Yákovlev (1983)

LA CIA CONTRA LA URSS




Autor Nikolái Yákovlev
Editorial Progreso (URSS)
Año 1983
Digitalizado por Kinokulak


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Sobre el autor:

El profesor N. Yákovlev, quien en 1949 se licenció a un tiempo en la Facultad de Historia del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú y en la Facultad de Derecho de la Universidad Estatal de Moscú, conjuga las investigaciones históricas con el estudio del Derecho. A su pluma pertenecen unas 20 obras que han aparecido en muchas ediciones, alcanzando en la URSS una tirada total de 5 millones de ejemplares. N. Yákovlev ha escrito varios cursos generales y monografías especiales sobre la historia de los EE.UU., las biografías de G. Washington y T. Roosevelt, los libros “Los que traspasaron los límites” —sobre John y Robert Kennedy— y “Las siluetas de Washington”.

ÍNDICE DEL LIBRO

EXPLICACIÓN NECESARIA......................................................3
GUERRA DESPUÉS DE LA GUERRA...........................................15
DE LA OSE A LA CIA...........................................................66
EL “CLUB DE LOS SEÑORES” Y LA CIENCIA............................125
LA CIA EN LOS CAMPOS DE BATALLA DE LA GUERRA.
PSICOLÓGICA..................................................................156
HAGAMOS BALANCE: LO VIEJO EN LO NUEVO.........................266

BLACK AND WHITE, Vladimir Maiakovski




BLACK AND WHITE
Vladimir Maiakovski


Si a La Habana

se la mira desde lejos,

es un paraíso,

un país como se debe.

Bajo las palmas,

en los lagos,

están los flamencos

en un solo pie.

Florecen colores

por todo El Vedado.

En La Habana

todo está dividido:

a los blancos,

dólares;

a los negros,

nada.

Por eso,

Willie

está con el cepillo en la puerta,

en la puerta

de Henry Kley and Broock Limited.

Willie,

en su vida

limpió mucho polvo,

todo un bosque.

Por eso,

Willie

tiene ya poco pelo,

por eso,

Willie

tiene el vientre hundido.

Muy pocas son sus alegrías.
Seis horas para el sueño,

y listo.

Si no,

el inspector de impuestos del puerto
le quita una moneda al pobre negro.
¿Acaso se pueden salvar de esta mugre?
Únicamente si caminaran con la cabeza
juntarían más barro.
Los pelos son mil

y los pies,

sólo dos.

Aquella vez,

pasaba

por la vistosa calle Prado.

Suena y se enciende

el jazz.

Parece,

de veras,

que es un paraíso

La Habana.

Pero el cerebro de Willie

tiene poca siembra,

pocas circunvoluciones.

Lo único que aprendió Willíe,

más firme que las piedras del monumento a Maceo, es:

«El blanco

como piña madura,

el negro,

piña podrida.
El
blanco

hace trabajo blanco.

El negro,

trabajo negro.»
Pocos
problemas a Willie

le metieron en la cabeza,

pero uno de ellos

era el más grave de todos.
Y
cuando este problema

empezó a horadar la mente de Willie,

el cepillo

caía de sus manos.
Y como a propósito,

en un momento así,

se acercó hacia él

el rey de los cigarros,

Henry Kley.

Llegó más blanco

que una nube.

el más solemne de los reyes

el rey del azúcar blanco.

El negro

se acercó a la mole blanca y le dijo:
«I
beg your pardon, mister Bregg:
¿Por
qué el azúcar

blanco-blanco

lo debe hacer

el negro-negro?
El
cigarro negro

no le queda bien a usted
Le
quedaría mejor

a un negro

de piel negra.

Y si usted

gusta del café con azúcar,
haga el favor

de prepararlo solo.»

La pregunta tiene sus consecuencias.
El rey,

de blanco se vuelve amarillo.
Se da vuelta el rey

y de un golpe

le arrojó los guantes.

Florecían alrededor

los prodigios de la botánica.

Los plátanos

tejían su verde red.

Se limpió el negro,

en sus pantalones blancos,

las manos,

y la sangre de la nariz.

Rezongó el negro,

con ojos de fuego,

levantó el cepillo,

con una mano,

y se fue.

¿De dónde podía saber el negro

que con esa pregunta

debía dirigirse a la lejana ciudad de Moscú?




Escrito en La Habana el 5 de agosto de 1925. «Nos acercamos a la Isla de Cuba, al puerto de La Habana —donde hacen cigarros—. Estaremos dos o tres días. El calor es insufrible.» (De una carta a Lila Brick.)

Maiakovski. BLACK AND WHITE.



BLACK AND WHITE

Vladimir Maiakovski




Si a La Habana

se la mira desde lejos,

es un paraíso,

un país como se debe.

Bajo las palmas,

en los lagos,

están los flamencos

en un solo pie.

Florecen colores

por todo El Vedado.

En La Habana

todo está dividido:

a los blancos,

dólares;

a los negros,

nada.

Por eso,

Willie

está con el cepillo en la puerta,

en la puerta

de Henry Kley and Broock Limited.

Willie,

en su vida

limpió mucho polvo,

todo un bosque.

Por eso,

Willie

tiene ya poco pelo,

por eso,

Willie

tiene el vientre hundido.

Muy pocas son sus alegrías.
Seis horas para el sueño,

y listo.

Si no,

el inspector de impuestos del puerto
le quita una moneda al pobre negro.
¿Acaso se pueden salvar de esta mugre?
Únicamente si caminaran con la cabeza
juntarían más barro.
Los pelos son mil

y los pies,

sólo dos.

Aquella vez,

pasaba

por la vistosa calle Prado.

Suena y se enciende

el jazz.

Parece,

de veras,

que es un paraíso

La Habana.

Pero el cerebro de Willie

tiene poca siembra,

pocas circunvoluciones.

Lo único que aprendió Willíe,

más firme que las piedras del monumento a Maceo, es:

«El blanco

como piña madura,

el negro,

piña podrida.
El
blanco

hace trabajo blanco.

El negro,

trabajo negro.»
Pocos
problemas a Willie

le metieron en la cabeza,

pero uno de ellos

era el más grave de todos.
Y
cuando este problema

empezó a horadar la mente de Willie,

el cepillo

caía de sus manos.
Y como a propósito,

en un momento así,

se acercó hacia él

el rey de los cigarros,

Henry Kley.

Llegó más blanco

que una nube.

el más solemne de los reyes

el rey del azúcar blanco.

El negro

se acercó a la mole blanca y le dijo:
«I
beg your pardon, mister Bregg:
¿Por
qué el azúcar

blanco-blanco

lo debe hacer

el negro-negro?
El
cigarro negro

no le queda bien a usted
Le
quedaría mejor

a un negro

de piel negra.

Y si usted

gusta del café con azúcar,
haga el favor

de prepararlo solo.»

La pregunta tiene sus consecuencias.
El rey,

de blanco se vuelve amarillo.
Se da vuelta el rey

y de un golpe

le arrojó los guantes.

Florecían alrededor

los prodigios de la botánica.

Los plátanos

tejían su verde red.

Se limpió el negro,

en sus pantalones blancos,

las manos,

y la sangre de la nariz.

Rezongó el negro,

con ojos de fuego,

levantó el cepillo,

con una mano,

y se fue.

¿De dónde podía saber el negro

que con esa pregunta

debía dirigirse a la lejana ciudad de Moscú?


Escrito en La Habana el 5 de agosto de 1925. «Nos acercamos a la Isla de Cuba, al puerto de La Habana —donde hacen cigarros—. Estaremos dos o tres días. El calor es insufrible.» (De una carta a Lila Brick.)